1. Neurobiología del estrés y el trauma

El cuerpo lleva un registro fiel de lo vivido. Cuando has pasado demasiado tiempo en alerta, tu sistema nervioso se acostumbra a actuar como si el peligro nunca acabase. En consulta trabajamos con esa memoria corporal: aprendemos a identificar qué activa tu respuesta de lucha-huida-parálisis, practicamos técnicas de regulación (respiración, anclajes sensoriales, movimiento consciente) y enseñamos al cerebro que hoy ―aquí y ahora― ya no necesita defenderse de la misma manera. El objetivo es que vuelvas a sentir seguridad en tu propio cuerpo, no solo a “pensar” que estás a salvo.

 

2. Teoría del apego y reparación de vínculos

Nacemos para vincularnos: es nuestro primer manual de supervivencia. Si esos vínculos tempranos fueron inseguros o imprevisibles, es normal que hoy se te haga difícil confiar, poner límites o sostener la intimidad. En terapia revisamos esos mapas relacionales sin culpas ni reproches: exploramos cómo aprendiste a protegerte y construimos nuevas formas de estar con los demás (y contigo). Practicamos la auto-compasión, la comunicación auténtica y la capacidad de pedir lo que necesitas, para que tus relaciones dejen de ser campo de batalla y se conviertan en lugar de descanso.

 

3. Procesamiento profundo del trauma

A veces hay recuerdos que no caben en la narrativa consciente: imágenes, sensaciones o emociones que irrumpen sin aviso. Empleamos métodos basados en evidencia para integrar de forma segura esas experiencias. No se trata de “borrar” lo vivido, sino de colocarlo en el pasado, donde ya no dicte tus reacciones presentes. Así, la historia deja de doler cada vez que la rozas y se convierte en un capítulo comprendido, no en una herida abierta.

 

Una terapia que siente, comprende y transforma

Combinando estos tres pilares —cuerpo regulado, vínculos seguros y recuerdos integrados— te acompaño a construir una base sólida desde la que puedas vivir con más calma, presencia y libertad.